La difícil decisión de no hacer
Si partimos de la premisa de que tenemos más cosas que hacer que tiempo disponible para hacerlas, tenemos que decidir qué hacer y qué dejar de hacer y por tanto, nuestra toma de decisiones pasa a ser una de las claves de la productividad personal. Pero esto no es fácil, ya que la tendencia natural de las personas es intentar hacerlo todo, sin dejar nada por hacer, para no sentirse culpables.
El proceso de toma de decisiones que se emplea normalmente no es eficaz, por dos motivos:
- El primer motivo es que a la hora de elegir no se suele contar con todas las opciones posibles.
- Y el segundo es que los criterios de selección que se usan habitualmente son subjetivos y, por tanto, la calidad de la elección depende de los criterios de cada persona.
La trampa de tachar tareas
Nos gusta creer que decidimos de forma correcta lo que tenemos que hacer, aunque realmente lo decidimos de forma caprichosa; es decir:
- Solemos hacer antes las cosas que nos gusta hacer y dejamos para luego las que nos gustan menos.
- Preferimos hacer las cosas que nos resultan más fáciles antes que las que nos resultan más difíciles.
- Elegimos hacer antes las cosas que se terminarán en menos tiempo y posponemos las que nos llevarán más tiempo.
- Nos sentimos más tentados por los asuntos urgentes que por los importantes.
- Nos decantamos por las cosas que sabemos hacer, mejor que las que no hemos hecho antes.
- Anteponemos los asuntos que nos imponen otros que los que elegimos nosotros.
- Preferimos hacer antes aquellas tareas que nos proporcionan una recompensa a corto plazo que aquellas otras cuya recompensa nos llegará a medio o largo plazo.
- Y por último, elegimos una tarea que se pueda desarrollar de forma automática, sin necesidad de pensar, antes que otra que sí lo requiera.
Si relacionamos estos criterios de selección con nuestra lista de tareas pendientes, podemos concluir que nos decantamos más por las tareas que podemos quitarnos antes de encima; es decir, las que podemos tachar más fácilmente de nuestra lista. Lo placentero, lo fácil, lo rápido, lo urgente… nos lo podemos quitar de encima más fácilmente que su alternativa: lo desagradable, lo difícil, lo que requiere más tiempo, lo importante…
Por tanto, nuestro sistema natural de selección de tareas es muy poco eficaz.
El secreto de la productividad está en saber elegir
Una persona eficaz es aquella que ha desarrollado el hábito de tomar buenas decisiones sobre qué dejar de hacer, que son aquellas tareas que menos nos acercan a nuestras metas y objetivos, tanto personales como profesionales.
La buena noticia es que se puede aprender en unos sencillos pasos:
Primero; evaluar de forma sincera el uso de tu tiempo y la rentabilidad que sacas de cada actividad que te consume el tiempo.
Segundo; definir los criterios objetivos más adecuados para que elijas de forma acertada entre qué hacer antes, qué hacer después, y qué dejar de hacer.
Tercero; implementar este sistema de toma de decisiones para que se convierta en un hábito que contribuya al aumento de tu productividad personal y a la reducción del estrés y ansiedad en tu actividad profesional.
La teoría es sencilla, ¿verdad? Pero lo difícil no es entenderlo, sino hacerlo. Por ello, resulta siempre muy recomendable contar con el acompañamiento de un coach-consultor que te guíe en esta toma de decisiones eficaces.
Recuerda que lo importante no es tachar tareas, sino conseguir tus objetivos.