Relato #9 EL PESCADOR Y EL EMPRESARIO

Para saber lo que de verdad nos importa

“Érase una vez un rico empresario, muy trabajador y exitoso, que paseaba un día por el puerto cuando se encontró con un humilde pescador. El hombre, ya mayor, pescaba sentado en el embarcadero con una vieja caña de pescar. Y tenía el cubo rebosante de peces.

El empresario, asombrado por esa cantidad de pescado, se acercó a él para preguntarle:

– Perdone que le pregunte, buen hombre. Veo que se le da muy bien la pesca… Llevará muchas horas pescando, supongo…

– Pues mire usted- respondió con tranquilidad el pescador- La verdad es que nunca madrugo. Desayuno tranquilamente con mi mujer y mis hijos, y después vengo a pescar. Cuando veo que ya tengo suficiente, me vuelvo a casa a comer. Después paso la tarde con los nietos o con mis amigos.

– ¿Me está usted diciendo que en apenas un par de horas pesca todo esto? ¿Y por qué no le dedica más horas?

– ¿Y para qué quiero dedicarle más tiempo?

– Porque si le dedicara usted por lo menos ocho horas, pescaría ocho veces más.

– ¿Y para qué querría pescar más?

– Porque así podría invertir en aparejos, comprar un barco nuevo y poder ir mar adentro para pescar aún más.

– ¿Y para qué quiero un barco y pescar tanto?

– Para ampliar el negocio. Al aumentar el producto, podría comprar una flota entera de barcos y pagar a pescadores a su servicio.

– ¿Y para qué querría yo tener una flota de barcos y pescadores a mi servicio?

– ¿No lo entiende? Si llega a ese punto del negocio, podrá desentenderse del trabajo y simplemente supervisar la gestión… Tendrá más tiempo libre. Ya no tendrá que madrugar y podrá tener tiempo libre para pasar con la familia y los amigos.

El pescador le miró sin entender nada. Solo contestó:

– Pero… ¿no es eso lo que ya tengo?”

(relato popular  de origen brasileño)

¿Quién quieres ser tú, el humilde pescador o el ambicioso empresario?  No te engañes. Aunque la fábula favorece al pescador, al que se presenta como un hombre feliz y despreocupado, casi todos nos comportamos como el empresario de éxito, y éste es el tipo de persona que consideramos un triunfador. El comportamiento del pescador, que trabaja lo justo y no tiene ambición,  es visto en nuestra sociedad como un perezoso y una persona de poco fundamento.

En nuestra cultura se prima la creencia del esfuerzo y del trabajo: “hay que trabajar duro”, “siempre al pie del cañón” y “con el sudor de tu frente”. Nos sentimos culpables si no trabajamos mil horas, si no estamos todo el día atareados en nuestro puesto, ocupados en aumentar la productividad hasta que el estrés nos satura. Pero es interesante hacernos la pregunta mágica del pescador: ¿para qué? Si nos hacemos varias veces esta pregunta llegaremos al verdadero propósito de nuestras actuaciones y puede que nos sorprendamos como el pescador porque ya está en nuestra mano aquello que tanto deseamos. Si sólo quieres triunfar, trabaja duro para lograrlo hasta dejarte los cuernos, pero si buscas tu éxito interior quizás sea más sensato llegar a un equilibrio entre la frugalidad del pescador y la voracidad del empresario.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Últimas Noticias

Suscríbete a nuestro Boletín, te mantendremos informado con noticias de actualidad