VIVIR DEL COACHING: PASIÓN O PROFESIÓN
Un artículo en El País a primeros de este mes con el titular “Que le jodan a mi pasión; pagadme por mi trabajo” planteaba que muchas veces la vocación puede ser una trampa que conduce a la precariedad.
A partir de la dichosa frase “Haz lo que amas y no trabajarás un solo día de tu vida” el artículo polemiza sobre cómo en ciertas profesiones el deseo de trabajar en algo que te apasiona hace que el límite entre ejercer una actividad profesional o tener un “hobby caro” quede muy difuso. Porque no hay un hobby más caro que invertir en formación, equipamientos, oficinas, promoción y certificaciones sin obtener un retorno adecuado a tu inversión. La falacia del “salario emocional” con el que muchas veces nos engañamos no es más que una excusa más a nuestra falta de rentabilidad.
En el artículo se citan profesiones vocacionales como el periodismo, la enseñanza, la investigación o la medicina y yo añadiría una más: el coaching. Por eso, con un ánimo crítico e incluso provocador, me gustaría citar:
Las 5 razones para no hacerte coach:
1. Inacción
Un buen amigo coach me decía hace poco “A mí me pagan por no hacer nada”. Y en cuanto sales del estupor inicial te das cuenta que tiene razón. En los procesos de coaching las acciones las debe tomar el cliente y no podemos tomar decisiones por ellos, ni siquiera aconsejarles desde nuestro mapa, porque desde ahí no les hacemos ningún favor. Nuestra función es hacer preguntas poderosas y practicar la escucha activa, procurando ser un “espejo limpio” en el que el cliente encuentre sus propias respuestas. Si quieres acción hazte bombero, policía o explorador.
2. Precariedad
Cuesta mucho que alguien te contrate y te pague un dinero por algo que es etéreo. Se suele decir que “vendemos humo”, y los servicios intangibles son más difíciles de valorar y cuantificar. El hecho que los libros de coaching hablan de retornos de la inversión del 800% no suele ser muy creíble para alguien que nunca ha teneido la experiencia de contar con un coach. Además siempre hay excusas para no contratar uno: no tengo tiempo, no me lo creo, ahora tengo otras prioridades, ya lo pensaré… Así que si quieres hacerte rico con tu trabajo, invierte en bitcoins, hazte bróker o funda una empresa de naves espaciales.
3. Desconocimiento
Si te haces coach, te pasarás media vida explicando qué c… es eso que ni siquiera sabemos bien cómo pronunciar. Tendrás que explicar para qué sirve, qué puede aportar a tu empresa, lo que otros han conseguido con los procesos de coaching y cuál es el beneficio que va a obtener él a su inversión en tiempo y dinero. Y cuando hayas explicado todo eso te darás cuenta que tu interlocutor ha entendido realmente lo que le interesa y no lo que le has intentado transmitir. Si quieres no perder tiempo tiempo en explicaciones elige una profesión que todos entiendan como fontanero, electricista o albañil.
4. No urgencia
El coaching nos ofrece la posibilidad de encontrar soluciones de alta creatividad y baja urgencia. Si el cliente y la empresa con la que trabajamos necesitan una solución urgente y una respuesta rápida a su problema, si necesita resolver antes lo urgente que lo realmente importante, entonces el coach no va a ser bien recibido, porque un proceso de coaching necesita tiempo. Aunque las soluciones a las que llegues sean las más adecuadas, eficaces y duraderas, la prisa nos lleva en la mayoría de los casos a poner parches a corto plazo. Si necesitas soluciones rápidas contrata un consultor, un asesor o un gestor profesional que tome decisiones por ti.
5. Desprestigio
Por último si quieres tener una profesión de prestigio, que te permita tener una tarjeta con letras doradas que puedas entregar con orgullo y satisfacción, hazte médico, arquitecto, ingeniero o abogado. Los coach solemos poner en la tarjeta: “Exterminador de excusas”, “Copiloto de objetivos extraordinarios”, “Arquitecto de emociones” u otros títulos parecidos. Porque si pones coach, posiblemente no te tomen muy en serio y digan: “otro soñador más que se ha cansado de trabajar y quiere decir a los demás lo que tienen que hacer”.
Entonces ¿Qué nos lleva a seguir adelante con esta profesión tan extraña?
Pues la única razón que puede con todas las anteriores, la satisfacción de los clientes al acabar una sesión o un proceso de coaching. Las respuestas que me dicen a la última pregunta que les hago al final de cada sesión: ¿Qué te llevas hoy?
Todos responden cosas como: Energía, Confianza, Autoconocimiento, Impulso, Motivación, Seguridad, Coraje… y yo siempre les recojo toda esa positividad y pienso que posiblemente tenemos mucho que aportar. Aunque suene pretencioso, quizás el mundo, las personas, los gerentes, las empresas nos necesitan y aún no lo saben. Yo al menos, sí necesito un coach. ¿Y tú?