Para los que aún dudan del poder del optimismo
“Érase una vez dos ratoncitos, uno optimista y otro pesimista, que buscando comida entraron en una lechería. Ambos, atraídos por el olor a queso, rebuscaron entre todos los recipientes, resbalaron y cayeron al mismo tiempo en dos vasijas que contenían leche. Eran unas vasijas de paredes lisas y muy profundas y no había manera de trepar.
El ratoncito pesimista gritó: -No puedo salir de este cacharro, porque las paredes son muy resbaladizas. No puedo respirar en la leche, voy a asfixiarme, estoy perdido. Y, en efecto, a los pocos minutos se asfixió y se hundió muerto en la leche.
El ratoncito optimista tampoco sabía qué hacer; pero como era optimista trató de hacer algo y comenzó a agitarse en todos sentidos y al revolcarse como loco pronto vio que la leche empezaba a cuajarse. Con una gran decisión se agito más y más, hasta que toda la leche, se convirtió en crema, luego en mantequilla y finalmente en queso.
Comió un poco de queso, luego puso sus patitas sobre el mismo y saltó fuera del recipiente. Y así, el ratón optimista se salvó.”
(relato anónimo popular)
Una prueba más de que quejarnos y quedarnos parados no nos conduce a nada. Los que van por la vida viendo la botella medio vacía y que se repiten “yo soy realista, las cosas son así”, alimentan su victimismo, pretendiendo dar pena y la compasión de otras personas y consiguiendo únicamente justificar su inmovilismo.
Uno de los mensajes que a mí me calaron de mi formación como coach es que “coaching es acción”. De nada sirve tomar conciencia de nuestra situación y un análisis minucioso del origen y causa de nuestros pesares si no actuamos para superarlos. El coaching trabaja hacia el futuro, no sólo para entender y reconciliarse con el pasado, sino con el enfoque puesto en el plan de acción. Y aunque no tengas un plan perfecto, haz como el ratón optimista y ¡muévete! Posiblemente no veas directamente convertir tus problemas en escalones para salir del hoyo, pero seguro que ves alguna solución que antes, mientras permanecías quieto y hundiéndote, no alcanzabas a ver.