Toda la vida renegando de los vendedores de humo y resulta que me veo convertido en uno de ellos. Más de 21 años como gerente de una PYME familiar, oyendo a los consultores, expertos y asesores varios cómo te dicen que tienes que dirigir tu empresa. Una empresa que la mayoría de ellos nunca ha dirigido, igual que los curas cuando hablan de sexo y de vida en pareja bajo el sesgo dogmático de sus creencias, pero sin experiencia propia.
Por eso yo no pretendo vender humo. Yo no quiero decir a la gente, a los gerentes y a los emprendedores lo que tienen que hacer. Esos mil cursos, charlas y jornadas formativas de los que salías con “la cabeza caliente y los pies fríos”, agobiado por todo lo que haces mal, lo que deberías hacer y no haces, lo que te falta por conseguir: calidad, exportación, normalización, gestión medioambiental, RSE, riesgos laborales,…Siempre salía una historia nueva que te hacía quedar ansioso, agotado y frustrado. Envuelto en humo… y en humo del caro…
Yo lo que quiero es ser un “disipador” de humo. Alguien que sople, disuelva las volutas de humo de todo aquello que no nos deja ver lo que realmente importa, nuestros valores, nuestras ilusiones, nuestro legado. Alguien que sople la brasas que aún quedan apenas encendidas, de nuestro verdadero ser, de cuando la empresa era sólo un proyecto ilusionante en nuestra imaginación y todo era posible.
Todos vamos buscando quien nos dé soluciones rápidas a los problemas cotidianos, pero la solución está en nosotros mismos. Nadie sabe más que tú en el mundo de ese asunto que te quema por dentro. Y estás tan inmerso en el humo de tu incendio que no ves más que oscuridad y negrura. Y ¡qué fácil es ver la solución ajena, pero que inútil es que te la cuenten si tú no la ves!.
Como biólogo, sé que cada mínima célula embrionaria contiene toda la información genética para convertirse en un organismo completo. De la misma manera, cada uno de nosotros somos completos, creativos y llenos de recursos para conseguir nuestros objetivos.
Como coach, acompaño a las personas a reconocer su verdadero potencial, a valorizarse y a llegar a saber lo que realmente quieren y está alineado con sus valores. Ese es ahora mi objetivo vital. He pasado de CEO a COE (Copiloto de Objetivos Extraordinarios). Es sólo un cambio de letra pero toda una reconversión: de directivo a acompañante. Ahora tú conduces. Y el copiloto te va disipando la niebla para conducir con Conciencia y Responsabilidad.
Y, sobre todo, con una profunda admiración por la labor gerencial y emprendedora de alguien que ha sido “cocinero antes de fraile”.