Para los que están pendientes de lo que dicen los demás
“Érase una vez un hombre y su mujer que salieron de viaje con su hijo de doce años montado sobre un burro. Al pasar por el primer pueblo, la gente comentó: “Mirad ese chico tan maleducado: monta sobre el burro mientras los pobres padres van caminando.” Entonces, la mujer le dijo a su esposo: “No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú al burro.”
Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuró: “Qué sinvergüenza es ese tipo: deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima.” Entonces tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas.
Al pasar por el tercer pueblo, la gente exclamó: “¡Pobre hombre! ¡Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! ¡Y pobre hijo! ¡Qué será lo que les espera con esa madre!”
Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres, y continuar su viaje. Al llegar a otro pueblo, la gente dijo: “¡Mirad que familia, son más bestias que el burro que los lleva! ¡Van a partirle la columna al pobre animal!”
Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente la gente les volvió a increpar: “¡Mirad a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!”
(fábula popular extraída del libro “El principito se pone la corbata” de Borja Vilaseca)
Si estás siempre pendiente de lo que digan los demás nunca acertarás. Es imposible contentar a todos. La necesidad de aprobación ajena esconde una falta de seguridad en uno mismo que difícilmente nos ayuda a crecer. En un entorno en el que estamos expuestos a los reproches y críticas de los demás, sobre todo en el mundo digital, dónde los “haters” vomitan su propia infelicidad escondidos en el anonimato de las redes, es más necesario que nunca hacernos fuertes y conscientes de nuestra propia valía.
Este suele ser un objetivo recurrente en las sesiones de coaching, trabajar la autoestima personal. Porque somos auténticos mendigos emocionales, siempre pendientes de agradar a nuestra pareja, a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros jefes, a nuestros colegas… Y a nosotros ¿cuándo nos toca agradarnos?
Te aseguro, por experiencia personal, que la mejor manera de estar a bien con los demás es estar bien con uno mismo. Este es, posiblemente, el secreto mejor guardado y más simple de la felicidad.